Amel Larrieux Discography (1995 - 2007)
La neoyorquina Amel Larrieux comienza su andadura en la música allá por el año 1995, al amparo del, por entonces, regreso triunfal del soul a manos de D'angelo y su "Brown Sugar". Una artista difícilmente etiquetable, por ser acreedora de un estilo ecléctico y elegante, regalo de una rica herencia cultural que tiene su fuente tanto en el continente africano como en la vieja Europa. Amel se identifica por su inconfundible vagaje soul con influencias del folk, del jazz, r&b o gospel, fundido con un etnicismo procedente de remotos y místicos enclaves como La India. Larrieux plantea una vuelta de tuerca al titánico soul de estas dos últimas décadas, fusionando desde la espiritualidad de Erykah Badú y el citado D'angelo hasta el positivismo acústico (o la acústica positivista) de India Arie, haciendo escala en la elegancia de Anthony Hamilton o la poética de Jill Scott. Eso sí, tomando la nada por el todo, pues conforma una época anterior a algunos de los artistas previamente reseñados. Podría adjudicársele la medalla de ser una pionera en cuanto a sincretismo musical se refiere. Aunque para entender en qué consiste realmente ese combinado de grandioso nivel, resulta muy necesario hacer hincapié en todas y cada una de sus obras.
Nos situamos en la recién estrenada década de los noventa. Amel Larrieux conoce al rapero y productor Bryce Wilson a través de un amigo común. Juntos descubren una afinidad musical anclada en el rythm&blues y deciden dar forma a un proyecto que aglutine la capacidad creativa de Bryce al mando de la producción y la avidez de Amel por poner voz a un incipiente mercado r&b que, por aquel entonces, vivía una época de esplendor absoluto, cualitativa y comercialmente hablando, bajo el legado de nombres como Brandy, Tony Braxton o R. Kelly. El nacimiento de la formación "Groove Theory" ya era un hecho y en 1995 vería la luz un disco homónimo bajo el sello Epic Records. El debut discográfico de Groove Theory es un inquietante viaje por la profundidades del "New Jack Soul", con una contundencia rítmica y una comunicación emocional a la altura de los grandes del género, por momentos cercana al sonido del hip-hop de la vieja escuela. Junto a una producción cadenciosa, programada e instrumental al cincuenta por ciento, encontramos la guinda del pastel, la técnica vocal aireada, extremadamente dulce, de una Amel en estado de gracia, que desempeña su papel de trobadora del sentimiento a la perfección.
"10 minutes high" se estrena como una vibrante creación melódica de aspecto soul e instrumentación jazzística, en un álbum colmado de sintetizadores, lineas de bajo y percusión sincrónica; elegancia a la antigua usanza. "Time flies", "Come home" y su sensorial refuerzo funk, la irreverente y éxitosa "Tell me", el medio tiempo de corte jazz "Hello it's me" o "Good 2 me" al frente de la escisión más urbana, conforman un repertorio indispensable para todo melancólico, convencido de que cualquier tiempo pasado fue mejor.
En 1999 Amel abandonaría la formación Groove Theory para emprender una de las carreras en solitario más consistentes y, sin embargo, infravaloradas, de los últimos años. Como punto de partida, coproduce junto a su marido, Laru Larrieux, "Infinite possibilities" (Epic Records, 2000), un trabajo minimalista y orgánico al extremo, donde la instrumentación jazz cobra vital importancia y que será el precursor de ese eclecticismo que ha acompañado, a lo largo de su carrera, a esta neoyorquina de pro. Si bien es cierto que infinitas, son demasiadas posibilidades, sí encontraremos en este disco una mayor confluencia estilística, que hace hincapié en terrenos como el acid-jazz, el etnicismo africano contemporáneo o el hip-hop clásico.
Temas como "Get up" o "Infinites possibilities" formalizan de nuevo la unión del jazz con las tendencias soul actuales, aportando un colorismo instrumental que dejará una impronta importante en la historia del género. En otra onda encontramos "Sweet misery" y "Searching for my soul", cortes en que el soul se eleva a la categoría divina y deja ver una vez más la grandiosidad vocal de una Amel que rebosa espontaneidad y frescura por los cuatro costados. No faltaran referencias al gospel o el blues ( "Even if") o a menesteres de la era moderna como el trip-house ("Shine", "Down") en un debut apasionante adaptado a los paladares más sibaritas.
El siguiente paso en su carrera tendrá lugar cuatro años después. "Bravebird" (Epic Records, 2004) supondría el regreso de una de las voces imprescindibles del nuevo soul y el último proyecto de Larrieux para una multinacional. En "Bravebird" se aprecia cierta condescendencia para/con la "popularización" del sonido de la vocalista. De esta forma, no solo se limita en parte su constante expansión sino que, y esto no implica de una forma clara reducción en calidad, se genera un proyecto acorde con la estética del momento.
La música de Amel pierde algo de cuerpo, fuerza y sentimiento para dar paso a un factor alternativo más evidente que incluye, en algunos casos, composiciones electrónicas adaptadas a la pista de baile, con presencia acústica en los restantes; pop, rock o folk en los menos. Por el contrario, su voz se engrandece, mostrando por momentos una técnica susurrante, mientras que una amplia variedad de registros fluirán con una potencia asombrosa hasta alcanzar las ocho octavas. Destacarán "For real", "All I got" - con fuerte presencia de melodías hindúes - "Beyond" o "Sacred" en esa citada escisión acústica, "We can be new", quizá el tema más potente y de influencia soul de todo el repertorio, así como el preciosismo melódico de "Congo". Un disco a la altura de las circunstancias.
El pasado año vió la luz el tercer trabajo en solitario de Amel Larrieux, primero con la independiente Blisslife. "Morning" nos muestra una Amel que invita al intimismo, más melosa que en anteriores entregas, en una colección de canciones dispuestas a describir los entresijos de las relaciones sociales y amorosas, desde la óptica de una mujer mucho más madura con respecto a sus inicios. Se mantendrán resquicios del sonido acústico desarrollado en "Bravebird" aunque el jazz se abrirá camino de forma notable.
Un nuevo ciclo estilístico, más positivista, se inicia con temas como "Trouble", "Just once" o "Weary", primer y único sencillo extraído de este álbum, y se mantendrá de manera regular durante todo el álbum, aunque Amel no dude en echar mano de su ya típico sonido orgánico, consiguiendo reinventarse y hacer partícipe a este "Morning" de su capacidad innata para sorprender a propios y extraños. "Unanswered question", "Earn my affections", "Gills and tails" y "Mountains of when" impondrán esa contundencia que los seguidores de la artista vieron mermada en su anterior trabajo, al tiempo que "No one else" marca una nota discordante en el conjunto, al dar vida a un precioso tema con piano como único acompañamiento melódico. Auténtico terciopelo para los oídos, en uno de los mejores discos publicados en 2006.
Ya en 2007 y con semejante trayectoria a sus espaldas y una vez más en compañía de Leru Larrieux, Amel se desmarca con un elepé basado en el jazz estándar, "Lovely Standards", desarrollando una concepción del género que desdibuja la frialdad de las composiciones contemporáneas, para dotarlas de una apabullante dulzura; dulzura, por otra parte, que sorprende poco en la voz de Larrieux pero que sí lo hace ante clásicos como el sencillo de presentación, "If I were a bell", inmortalizado en la trompeta de Miles Davis, el "Wild is the wind" que en su día elevara a la categoría de estándar Nina Simone, "Something wonderful" o "If I loved you", ambas compuestas por Richard Rodgers para diferentes musicales.
Un disco que infunde una sensación muy grata, pero deja rescoldos de lo que pudo ser y no fue. Por un lado nos brinda la oportunidad de disfrutar de un nuevo registro en la voz de la polifacética artista - por momentos comparado al de la gran Ella Fitzgerald -. Por otro, es tal la edulcoración con que Larrieux se desenvuelve que cabe la posibilidad de incitar al desánimo. "Lovely standards" está concebido para dar rienda suelta a los sentidos, siempre que se escuche con la misma parsimonia que Amel lo canta.