Horace Silver “Song for my father” (1964)
Song for my father simboliza la “rebelión” llevada a cabo por varios de los mejores músicos de Hard Bop de los cincuenta en pos de una búsqueda activa de la fusión de distintos estilos. El latin, el soul, el funk y el blues (siempre presente en el jazz) son algunos de los géneros que se fundieron dando lugar a grandes obras que quedaron para la posteridad y el pianista Horace Silver fue uno de los protagonistas de esta corriente.
La primera y más directa influencia de Silver fue el folk de Cabo Verde, gracias a las raíces portuguesas de su padre. No obstante, desarrolló temprano su gran talento estudiando piano y buscando su inspiración en el blues, el boggie-woogie y el bop de Thelonious Monk y Bud Powell. Algo que queda patente en su etapa más ligada al jazz ortodoxo en los años cincuenta. Sin embargo, comenzó a sentirse grande cuando Art Blakey lo contrató como parte integrante de sus famosos Jazz Messengers, los cuales dejaría en 1956 después de haber cogido algo de prestigio, para labrarse una carrera de éxito, traspasando incluso las barreras de lo homogéneo para centrarse en un estilo más abierto a todos los públicos influenciado mayoritariamente por ritmos provenientes de la música latina y del soul. Su cima discográfica para muchos aficionados es el maravilloso Song for my father que nos ocupa. Album en el cual saca a relucir su talento a nivel de instrumentista, compositor, improvisador y líder de combo. Cuenta además con la inestimable ayuda de varios de los músicos de mayor nivel de la época, entre ellos el saxo tenor Joe Henderson y el trompetista Blue Mitchell.
Al comenzar a sonar, Song for my father evoca unos ritmos brasileños que incitan casi sin querer al baile en la canción homónima que lo abre. Esta canción supone una de las más importantes y reconocibles, no sólo de su carrera sino de la época y por extensión de todo el género. Esa melodía realizada por la sección de viento es inconfundible. A partir de aquí, escuchamos un disco uniforme donde queda patente quien lleva la voz cantante en el quinteto y donde los metales adquieren personalidad propia en las diversas composiciones que se incluyen. Y decimos diversas porque hay tiempo para todo: un poco de bop por aquí (“The Kicker”, "Sanctimonious sam”, “Silver Treads Among My Soul”), un poco de latin por allá (“Song for my father”, “Qué pasa”), ahora algo de blues y soul (”Sighin' And Cryin'”) y por último, alguna preciosa balada (“Lonely woman”). Todas ellas conforman un delicioso y sólido bloque que se vuelve pura poesía instrumental al arribar a nuestros oídos.
Estos, y otros rasgos menos reseñables que tendréis que descubrir al escucharlo, hacen de este trabajo una excelente obra apta para un público proveniente de cualquier tendencia pero a la vez ávido de encontrar calidad en todo aquello que escucha y exigente con todo lo que le llega. Song for my father además divierte, elevando la música no sólo a algo serio y profundo sino también tornándose como un sencillo elemento de entretenimiento. Algo que muchos músicos con más técnica que nuestro protagonista persiguen pero nunca consiguen. Por eso este disco es grande, porque cumple todas estas premisas. Horace Silver lo sabía y dio de lleno en el blanco.
La primera y más directa influencia de Silver fue el folk de Cabo Verde, gracias a las raíces portuguesas de su padre. No obstante, desarrolló temprano su gran talento estudiando piano y buscando su inspiración en el blues, el boggie-woogie y el bop de Thelonious Monk y Bud Powell. Algo que queda patente en su etapa más ligada al jazz ortodoxo en los años cincuenta. Sin embargo, comenzó a sentirse grande cuando Art Blakey lo contrató como parte integrante de sus famosos Jazz Messengers, los cuales dejaría en 1956 después de haber cogido algo de prestigio, para labrarse una carrera de éxito, traspasando incluso las barreras de lo homogéneo para centrarse en un estilo más abierto a todos los públicos influenciado mayoritariamente por ritmos provenientes de la música latina y del soul. Su cima discográfica para muchos aficionados es el maravilloso Song for my father que nos ocupa. Album en el cual saca a relucir su talento a nivel de instrumentista, compositor, improvisador y líder de combo. Cuenta además con la inestimable ayuda de varios de los músicos de mayor nivel de la época, entre ellos el saxo tenor Joe Henderson y el trompetista Blue Mitchell.
Al comenzar a sonar, Song for my father evoca unos ritmos brasileños que incitan casi sin querer al baile en la canción homónima que lo abre. Esta canción supone una de las más importantes y reconocibles, no sólo de su carrera sino de la época y por extensión de todo el género. Esa melodía realizada por la sección de viento es inconfundible. A partir de aquí, escuchamos un disco uniforme donde queda patente quien lleva la voz cantante en el quinteto y donde los metales adquieren personalidad propia en las diversas composiciones que se incluyen. Y decimos diversas porque hay tiempo para todo: un poco de bop por aquí (“The Kicker”, "Sanctimonious sam”, “Silver Treads Among My Soul”), un poco de latin por allá (“Song for my father”, “Qué pasa”), ahora algo de blues y soul (”Sighin' And Cryin'”) y por último, alguna preciosa balada (“Lonely woman”). Todas ellas conforman un delicioso y sólido bloque que se vuelve pura poesía instrumental al arribar a nuestros oídos.
Estos, y otros rasgos menos reseñables que tendréis que descubrir al escucharlo, hacen de este trabajo una excelente obra apta para un público proveniente de cualquier tendencia pero a la vez ávido de encontrar calidad en todo aquello que escucha y exigente con todo lo que le llega. Song for my father además divierte, elevando la música no sólo a algo serio y profundo sino también tornándose como un sencillo elemento de entretenimiento. Algo que muchos músicos con más técnica que nuestro protagonista persiguen pero nunca consiguen. Por eso este disco es grande, porque cumple todas estas premisas. Horace Silver lo sabía y dio de lleno en el blanco.